En el debate del aborto las ideas enfrentadas están clarísimas.
Quienes defienden el aborto dicen que es la propia mujer embarazada la que debe
tomar la decisión, independientemente de las ideologías de otros. Quienes se
oponen dicen que es un atentado contra la vida, y que como todo homicidio debe
ser penado.
La gente que se opone al aborto suele decir que la vida
comienza con la concepción, mientras que la gente que lo apoya dice, en general,
que un feto no es un ser vivo, y que será un individuo con derechos en el
momento en que nazca, y no antes, tal y como se contempla en nuestra
legislación. El debate sobre cual es el momento en el que se origina la vida, y
lo digo como biólogo, no tiene mucho sentido, por el simple hecho de que el
desarrollo embrionario no es un proceso instantáneo. Habrá quien pueda decir
que la vida comienza con la fecundación, quien diga que la vida tiene valor
tras la formación de un sistema nervioso que permita al feto tener sensaciones… Existe incluso un posicionamiento que consiste en oponerse al aborto en el caso
en que el feto sea lo suficientemente grande como para que se requiera una
fetotomía (intervención que consiste en trocear al feto para después extraer
los fragmentos con mayor facilidad).
Ante la imposibilidad de consensuar a partir de qué momento
es inmoral interrumpir el desarrollo del feto, lo mejor es dejar la decisión a
la embarazada. Estamos en una sociedad machista en la que a alguna gente le
puede parecer normal decirle a las mujeres lo que deben hacer, pero eso no debe
ser así en una sociedad que quiera llamarse civilizada. Sin embargo, el
machismo también se manifestaba antes de imponer esta nueva ley: muchas mujeres
no decidieron sobre su embarazo libremente, sino que sufrieron presiones por
parte de su pareja o su familia, tanto para abortar como para no abortar.
Lo que quiero decir es que el problema no desaparece por cambiar la ley. Las mujeres seguirán abortando como lo han hecho desde siempre. El
problema es que ahora las que no tengan dinero para abortar fuera de España se
verán obligadas a hacerlo con un mayor peligro para su salud. La ley no va a disminuir el número de abortos, no va a salvar vidas, las consideremos vidas o no. Aquí un artículo
muy interesante al respecto.
El problema no se va a solventar eliminando el derecho al aborto, ni reeducando a las mujeres para que se sientan culpables por interrumpir su embarazo. El verdadero problema es que hay quienes creen que el problema es suyo, no de las embarazadas. Y esto se resuelve con la
superación del machismo de nuestra cultura, cultura fuertemente influida por
ciertas interpretaciones de unos textos religiosos.
En ocasiones resulta interesante acudir a la Biblia y
entender ciertos aspectos de nuestra cultura, de nuestro modo de entender las
cosas y de resolver nuestros conflictos y dilemas. Desde la misma Biblia puede
interpretarse una excepción de la nueva ley: el supuesto de violación. ¿Por qué
este gobierno, tan conservador y plegado a los intereses de la Iglesia, se
atreve a permitir que mueran los hijos de las mujeres violadas?
Sencillamente, la pobre mujer no se lo merece. No ha sido
pecadora y no merece el castigo de ser madre en contra de su voluntad. ¿Por qué
la Iglesia le tiene tanta manía a los condones? Porque implica acto sexual sin
consecuencia adversa alguna. ¿Por qué se oponen tanto los fundamentalistas
religiosos estadounidenses a Marilyn Manson y sus canciones sobre la masturbación?
Porque es onanismo, es placer sin consecuencias… No hay que extrañarse de que alguno diga que el SIDA es el
justo castigo por una vida de abuso de drogas y promiscuidad homosexual.
Las mujeres que no han sido violadas han de pagar su
castigo, han de pagar por sus pecados. Y, por supuesto, han de someterse a la
voluntad del hombre, no iba esto a ser una excepción.